domingo, 8 de marzo de 2009

Cholargos en los Años Ochenta

Finalmente me he decidido a desvelar la historia aunque parcial de Hélène. Pues bien, Hélène nació un día vulgar probablemente nuboso en Cholargos uno de los municipios en las afueras de Atenas, a unos seis kilómetros de la plaza Synthagma. Nació sorda pero los avances médicos ochenteros no tardaron en solucionar dicha patología aunque Hélène seguía no escuchando a nadie excepto ella propia. Las células se iban multiplicando, sus tejidos creciendo y fantaseaba con realidades lejanas de la suya. Le encantaba su abuela y odiaba a la escuela pragmática. Pero a los seis años, se tuvo que incorporar en un colegio. Sin problemas, era muy buena alumna y (ya avanzando en la historia que, de otro modo, promete arrastrarse) rápidamente se dio cuenta que habrían muchos fallos de comunicación en el futuro. Pero claro, había cosas que hacer antes de ponerse a meditar en temas tan complejos y Hélène claramente accedía a lo que había que hacer. Sin embargo, reservaba un huequecito en el hipotálamo para el hedonismo, la fantasía y las varias sintonías. Después de muchos fallos de comunicaciones, y léase de tipo amistoso, amoroso, familiar, un día conoció a Melvil. Sus afinidades se tocaban en muchos puntos y claro la cosa floreció. A menudo, la interacción sonaba a algo amniótico. Duró algunos meses y al final acabó, como lo pone la Biblia. En la cabeza de Hélène retumbaban muchas veces pensamientos del tipo potencial de acción, es decir, las cosas pasan ó las cosas no pasan. No hay gran ciencia pero la verdad es que Hélène, desde entonces, decidió poner fin a su vida de forma no tumoral y, coño, sin gota de sangre ó caballo fumado. Simplemente, la sangre circulaba pero lo que es vida, no tenia. Pese a toda esta historia del cotidiano no-infeliz, ella sigue con lo suyo y admite ferazmente que las cosas pasan ó las cosas no pasan tal y como el impulso nervioso que estimula la unión neuromuscular ó las sinapsis con GABA.
Hoy la he visto y me dijo, me voy de Grecia no aguanto a la gente que habla de amor ó amistad.
Creo que se dio cuenta, a estas alturas imaginaros, que realmente hay que hacer lo que hay que hacer para poder respirar (idioma, niveles de LDL, código postal y altura).

Esta es la historia resumida de Hélène.

Con ustedes,

Ão

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